Ubicada en la Pequeña Habana de Miami, la Calle Ocho (o Calle Octava) es el epicentro histórico de la cultura cubana en la ciudad, repleta de tiendas, restaurantes y más. Calle Ocho se pasó de ser un lugar de reunión y centro cultural para la comunidad cubana a un lugar donde pueden compartir sus raíces, comida y cultura con el mundo.
Sigue leyendo y ve el video que aparece a continuación para descubrir cómo Suzy Battle de Azucar Ice Cream Company, Nicole Valls de La Carreta y Joe Rivera de El Pub Restaurant mantienen viva su cultura en esta bulliciosa comunidad.
Los inicios de la Pequeña Habana
Para muchos ciudadanos de Miami, La Pequeña Habana y la comunidad cubana van de la mano, y es difícil imaginar algo diferente. Ha sido un centro para los cubanoamericanos desde las décadas de 1950 y 1960, cuando la Revolución Cubana trajo muchos exiliados a Miami. Cuando los refugiados cubanos se establecieron en La Pequeña Habana, la comunidad trajo su idioma, comida y otras costumbres a su nuevo hogar, cambiando para siempre el panorama culinario y cultural de Miami.
Si La Pequeña Habana es el corazón de la comunidad cubana, la Calle Ocho (o Calle Octava) es la arteria que la nutre. Llamar animada a la Calle Ocho no describe exactamente cuán dinámica es. Es mejor describir este tramo de La Pequeña Habana como electrizante, con sacudidas de sonidos, imágenes y olores a cada paso: ventanas de cafés con servicio por ventanilla que ofrecen dosis de fuerte café cubano para comenzar el día, puestos al aire libre que venden un caleidoscopio de frutas y verduras tropicales, restaurantes locales que tocan los pulsantes sonidos de la salsa y coloridos murales que decoran las calles.
Reconocida por el Fideicomiso Nacional para la Preservación Histórica, la Pequeña Habana es un refugio desde hace décadas para la comunidad cubana y más allá.
Se construyó cuando la comunidad exiliada llegó de Cuba, huyendo de Fidel Castro y del comunismo. Este vecindario recibió una afluencia de cubanos y, al igual que cualquier otro vecindario que tiene una afluencia de inmigrantes, lo llamamos nuestro. Lo llamamos Pequeña Habana.
Un refugio para la comunidad cubana
Como muchos negocios que bordean la Calle Ocho, Azucar Ice Cream Company es un reflejo de la herencia cubana de Suzy y el orgullo de servir a su comunidad. Sin embargo, tener una heladería no formaba parte de sus planes profesionales. Después de una carrera de 20 años en la banca, la recesión de 2008 la dejó desempleada con un diagnóstico de cáncer y en medio de un divorcio.
“Tuve que resolverlo con bastante rapidez”, dice. “Mis hijos seguían diciendo: '¿Por qué no abres una heladería?'”, recuerda. “Dije que podría ser la cosa más tonta que había escuchado en mi vida, pero esa idea quedó en mi cabeza”.
Más tarde, decidió tomar en serio la idea de sus hijos. Suzy se inscribió en el curso de helados de Penn State y en el Frozen Dessert Institute de St. Louis para aprender sobre la ciencia del helado antes de abrir su tienda en 2011. “Decidí que iba a hacer helado cubano casero”, dice. “El único lugar que podría albergar una heladería cubana casera sería La Pequeña Habana”.
El negocio ha crecido hasta incluir un puesto remoto en Dallas, Texas, pero para Suzy, La Pequeña Habana es su hogar; le encanta ver cómo se desarrolla la magia del vecindario durante todo el día. “Es agradable cuando está tranquilo y luego ves cómo se desarrolla la jornada. De repente, comienzas a escuchar música en la puerta de al lado y ves a la gente bailando”, dice. “A medida que el día avanza, ves a la gente fumando sus puros y tomando bebidas. Simplemente hace que surja una forma completamente diferente de ver esta pequeña ciudad”.
El mejor día en La Pequeña Habana es cuando comienzas temprano, te tomas un café y ves cómo el vecindario se despierta, porque una vez que se despierta, este lugar está en llamas todo el tiempo.
Para Nicole Valls, vicepresidenta de operaciones de La Carreta, un restaurante familiar, la vitalidad de La Pequeña Habana es lo que lo distingue de otros vecindarios de Miami. “Aquí tienes todos los restaurantes, panaderías y tiendas de puros”, dice. “Cuando caminas por Domino Park, ves a todos los viejos que tienen charlas acaloradas sobre la política local. Es un vecindario muy vibrante y, a lo largo de los años, es el lugar al que los turistas han acudido para ver la experiencia latina en Miami”.
La Carreta ha sido parte del entramado de La Pequeña Habana desde 1976, cuando el abuelo de Nicole abrió el restaurante unos años después de huir de Cuba. Durante más de 50 años, ha servido como un centro cultural para la comunidad, con la Calle Ocho como telón de fondo de algunos de los momentos más cruciales de La Pequeña Habana.
Eighth Street es donde Miami viene a llorar, a celebrar y a protestar. Siempre que sucede algo importante en la ciudad o en Cuba, aquí es donde viene todo el mundo.
Mantener la autenticidad
Gran parte de la magia de Calle Ocho es que muchos negocios han funcionado allí durante décadas, manteniendo vivas la cultura y las tradiciones cubanas. Si bien Azucar es una de las adiciones más recientes a Calle Ocho, Suzy quiere ser lo más auténtica posible y traducir la dulzura de la cultura cubana en algo tangible. El sabor Abuela María (que es una marca registrada) es una oda al popular refrigerio de la tarde de Cuba. “A los cubanos les encanta tomar una galleta María, una rebanada de guayaba y una rebanada de queso crema a las cuatro en punto con un café, pero en cambio lo convertimos en helado”, dice.
Mantener la autenticidad también es primordial para Joe Rivera, copropietario del El Pub Restaurant. Un incondicional de Calle Ocho, el restaurante ha sido una presencia acogedora en la comunidad durante los últimos 27 años.
“Todo lo que ves en el restaurante es de antes de la revolución y de que Fidel Castro se apoderara de la isla en 1958”, dice Joe. “Mi familia y yo nos enorgullecemos de atender la tradición y la cultura cubana y ser parte de esta gran comunidad”.
El Pub es conocido por sus platos cubanos clásicos que han cambiado poco a lo largo de los años, que es algo con lo que Nicole puede identificarse en La Carreta. “No tenemos mucha fusión. Cuando se trata de nuestra comida y nuestro menú, es comida casera clásica al estilo de Abuela”, dice. “Eso es lo que nos hace especiales porque la gente sabe que es lo que obtendrá”.
Cuando los clientes llegan, realmente experimentan la tradición cubana. Eso es muy significativo, especialmente para mi familia.
Mantener viva la cultura cubana en Calle Ocho
Para Suzy, Nicole y Joe, ser parte de Calle Ocho es más que solo tener un negocio; se trata de servir a la comunidad y expresar orgullo por su herencia cubana todos los días. Hay un profundo sentido de gratitud por la resiliencia y los sacrificios que sus familias hicieron en un nuevo país, y lo están honrando al preservar la Calle Ocho para las futuras generaciones.
“La persona que más se enorgullece de este negocio es mi mamá, porque es un homenaje a su llegada de Cuba y su sacrificio para llegar hasta aquí”, dice. “Me encanta el hecho de estar aquí y me encanta el hecho de que esto es lo que hago. Estoy muy orgullosa y bendecida de ser la niña cubana que hace helados en la calle”.
Siento que tenemos que aferrarnos a la cultura. Y eso es lo que hace la Pequeña Habana. La Pequeña Habana conserva todas las culturas, todos los sabores y toda esa autenticidad.
Para Nicole, se trata de continuar el legado que su abuelo construyó hace décadas y de mantener vivo el espíritu de hospitalidad de La Carreta. “Nuestros empleados llevan aquí mucho tiempo. Nuestros clientes han venido aquí durante mucho tiempo”, dice. “Es un lugar del vecindario donde les resulta familiar y cómodo entrar y salir. Es como su propia cocina”.
Joe comparte un sentimiento similar. “Entras [a El Pub] y te sientes como en casa y eso es muy especial. Es un sentimiento que protegeré”.